A medida que la recesión económica disminuyó en Occidente, Asia oriental experimentó un aumento en su economía, mientras que China se abrió al comercio con Occidente. Millones de personas estaban en peligro debido a la deuda en los países más desfavorecidos.
La Recesión Económica
La recesión económica que había comenzado a sufrir Occidente a principios de los años 70 se agudizó. Tras la crisis del petróleo de 1973, Occidente tuvo que enfrentarse a índices crecientes de inflación y desempleo, a una caída en la demanda de productos manufacturados y a una mayor competencia de parte de los países de Asia oriental.
Al final de la década, la confianza de Occidente en su economía estaba bastante mermada. Frente a esta crisis financiera, el presidente norteamericano, Ronald Reagan, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, pusieron en práctica nuevas políticas monetarias que creían en la efectividad de los mecanismos del libre mercado.
Como resultado, millones de personas se encontraron sin empleo y vieron reducidas las prestaciones sociales.
Impacto Económico: Comunismo, Deuda y Desigualdad Global
Las economías de corte comunista no se vieron tan afectadas por la recesión, aunque a medida que se extendía el mercado negro de productos occidentales, y que la población era cada vez más consciente del grado de riqueza de las economías de libre mercado, aumentaba la presión para que el régimen hiciera cambios.
Los gobiernos comunistas ya no podían seguir sosteniendo que la austeridad era necesaria para ponerse a la par de Occidente, ya que sus economías todavía luchaban para producir productos básicos de consumo y para crear la infraestructura que permitía abastecer de alimentos a todo el país.
A finales de la década de los 70, el Tercer Mundo (el "Sur") comenzó a sufrir una crisis que iba a afectar a millones de sus habitantes. A las naciones pobres les resultaba imposible pagar los créditos a los bancos del Norte industrializado.
Espiral descendente
Un campo de tierra seca rodea a este labrador de Burkina Faso (África occidental), donde más del 90 por ciento de la población dependía de la agricultura para subsistir. Muchos países de África sufrieron pérdidas de tierra fértil debido al cultivo excesivo,
la deforestación y el abuso de los pastos.
En 1980, el Informe Brandt reveló el demoledor efecto que tenía la deuda externa sobre los habitantes de los países en vías de desarrollo. Cuando a principios de los 80 quedó claro que México no podía amortizar los créditos pedidos, el mundo tuvo que reconocer la existencia de una crisis deudora.
A medida que las multinacionales ricas se expansionaban -empleando mano de obra barata del Tercer Mundo a cambio de unas pésimas prestaciones- arraigó la opinión de que, en la relación Norte-Sur, los países ricos tenían interés en que el Tercer Mundo continuara sumido en el subdesarrollo.
Las cifras de la crisis
A finales de los 70, Europa occidental y Estados Unidos se enfrentaron a una recesión económica. En 1973 las subidas de los precios de las materias primas y del petróleo -que se cuadruplicó- repercutieron gravemente en las principales economías occidentales y marcaron el fin de la prosperidad alcanzada en los años 60.
En Europa y Estados Unidos, los tipos de interés se elevaron de forma considerable. Entre 1974 y 1980, en el Reino Unido, Francia y Estados Unidos, los índices anuales de inflación fluctuaron:
- 1975, en el Reino Unido llegó al 24 por ciento;
- 1974, en Francia era del 15 por ciento;
- 1980, Estados Unidos alcanzó un 12 por ciento.
La inflación, sumada al descenso de la demanda de productos manufacturados y al desempleo creciente, hizo temer una vuelta de la depresión económica de los años 30. Se acuñó el término "estanflación" para describir la combinación de inflación alta, estancamiento de la producción industrial en el mercado y altos índices de paro.
Muchas. industrias de fama internacional se encontraron en crisis. En Europa, tanto el gobierno británico como el francés se vieron obligados a subvencionar las industrias. La producción automovilística se vio seriamente afectada por la crisis y, tanto la empresa británica British Leyland, como la francesa Citroen, recibieron sustanciosas ayudas gubernamentales.
A su vez, la empresa alemana Volkswagen, la mayor productora de automóviles de toda Europa, se vio obligada a despedir a gran parte de sus trabajadores.
En Estados Unidos ocurrió algo similar
En 1975, en Detroit -sede de la General Motors-, uno de cada cuatro trabajadores había perdido su empleo; en 1980, el Gobierno central tuvo que conceder un préstamo de 1.500 millones de dólares a la Chrysler Corporación debido a las pérdidas financieras sufridas por la compañía.
Mientras tanto, las compañías automovilísticas japonesas se concentraron en la producción de modelos más pequeños, de conducción más fiable y mayor rendimiento. Poco a poco, Japón empezaba a convertirse en el principal fabricante mundial de automóviles.
La industria del acero en Europa y Estados Unidos fue otro sector que a mediados de los 70 resultó seriamente afectado por la crisis.
El motivo fue un exceso en la oferta de acero y la subsiguiente caída de la demanda. Japón y Alemania occidental tras Estados Unidos, el segundo y tercer productor mundial respectivamente redujeron en más de una tercera parte su producción de acero, mientras que Bélgica redujo la suya en más de la mitad.
Para intentar que la industria fuera más rentable, se cerraron algunas fábricas mientras que en otras se aplicaron reajustes de plantilla. Como resultado, millones de personas perdieron sus empleos. Se divulgó una nueva palabra, "racionalización", para describir los recortes de personal y los despidos de trabajadores.
En 1975, el Reino Unido se enfrentaba al índice de inflación más alto de Europa; se aprobó un "contrato social" que limitaba las demandas salariales de los sindicatos de trabajadores. La crisis económica era tan grave que en 1976 el Reino Unido se vio obligado a pedir un préstamo de 3.900 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI).
El descontento del sector industrial no se hizo esperar. En los últimos años de la década de los 70 se produjeron frecuentes huelgas que culminaron en el invierno de 1978 a 1979, cuando trabajadores de los servicios públicos recolectores de basura y residuos urbanos, empleados de cementerios, de la red de aguas, personal hospitalario iniciaron una huelga.
La agresividad de algunos de los huelguistas provocó un gran rechazo, incluso entre los mismos trabajadores, e hizo que la opinión pública retirara su simpatía a los sindicatos.
Para agravar aun más la crisis económica, las malas condiciones climatológicas provocaron mucha penuria.
Durante la primavera y el verano de 1976, el norte de Europa sufrió la peor sequía recordada hasta entonces. Miles de agricultores vieron secarse sus campos y supieron que les esperaba la ruina. Los incendios arrasaron los bosques y las zonas de monte bajo. En las áreas más afectadas tuvo que imponerse el racionamiento del agua.
Un alza del 70 por ciento en el precio del petróleo en 1979, amenazó con ahogar aun más las economías occidentales. Pero los altos precios, sumados a la recesión, produjeron una superabundancia de petróleo que condujo a una bajada en picado del precio en 1983. Los hallazgos de crudo en el mar del Norte iban a beneficiar principalmente al Reino Unido y a Noruega.
En la segunda mitad de la década de los 70, los británicos ya contaban con su propio petróleo. Pero a pesar Je que esa circunstancia contribuyó a mejorar la economía del Reino Unido, no alivió el problema del paro.
A principios de los años 80, se calculaba que en Gran Bretaña, Francia, Italia, Estados Unidos y Alemania ,occidental, más del 10 por ciento de los trabajadores estaba en paro. Sólo Japón y Suecia habían podido mantener su índice de desempleo por debajo del 4 por ciento. Algunos economistas creían que Occidente había alcanzado el límite de su capacidad industrial y muchos sospechaban que los altos índices de desempleo ya no descenderían nunca.
Cambios sociales
La recesión económica provocó cambios profundos en la actitud de los dirigentes políticos y de los trabajadores. Con el aumento del desempleo, disminuyó el poder de los sindicatos. Asimismo, se incrementó el número de personas que se veían obligadas a aceptar contratos temporales y con muy pocos derechos.
Los empresarios deseaban una plantilla flexible, que pudiera reducirse o ampliarse dependiendo de la demanda de los productos fabricados. Además, en la mayor parte de las economías occidentales, disminuyó el número de hombres que trabajaban a jornada completa y aumentó el de mujeres que lo hacían a tiempo parcial.
Las solicitudes de prestaciones sociales se dispararon:
En Estados Unidos, entre 1979 y 1985, tales solicitudes subieron en un 76 por ciento; en Bélgica, Irlanda, Italia y España el número de desempleados de larga duración más de seis meses aumentó.
La penuria financiera provocó el desplazamiento social, ya que muchas personas buscaron trabajo en el extranjero o lejos de sus hogares. En Londres, como en otras capitales, aumentó el número de personas que dormía en las calles.
A menudo se trataba de jóvenes procedentes de regiones deprimidas del norte del país, que habían ido al sur en busca de un empleo. Cientos de británicos abandonaban sus hogares durante semanas para ir a trabajar en condiciones difíciles y peligrosas en los yacimientos petrolíferos del mar del Norte.
fuga de cerebros
Por otra parte, a los profesionales europeos les atraían cada vez más los altos salarios que se ofrecían en Estados Unidos. La marcha de científicos, ingenieros y profesores universitarios europeos llegó a ser preocupante; fue lo que se conoció como "fuga de cerebros".
En este período de crisis también se dio un gran incremento del "dinero negro" capital! no declarado a Hacienda procedente de la evasión de impuestos y la especulación. En los años 80, del capital existente en Estados Unidos, el 10 por ciento era dinero negro; en el Reino Unido el cómputo era del 7,5 por ciento e Italia poseía la mayor cifra, entre un 15 y un 40 por ciento.
Conclusión
Como reacción a la creciente recesión
la Comunidad Europea intentó conseguir una mayor cooperación monetaria. El Sistema Monetario Europeo (SME) comenzó a aplicarse en 1979. Logró estabilizar de forma temporal las economías de sus miembros, pero contribuyó poco a aliviar los principales problemas existentes.